tal vez felices
Las leyendas no están en las redes
Dalí en TikTok hubiese sido bochornoso, como Iker Casillas
La sobreexposición es injusta para los símbolos culturales. Vean si no los vídeos que Iker Casillas graba en directo a través de TikTok, que hasta Fernando Hierro le ha tenido que dar un amistoso toque de atención: «¡Rídículo!», le ha dicho. Ese espacio que antaño ... quedaba libre para la imaginación del espectador lo rellenan hoy los propios personajes de mayor popularidad para restar misterio a sus vidas, algo que atenta directamente contra la posibilidad de elevarlos algún día al estadío de leyenda. ¿Se imaginan a Muhammad Ali cada día del año en un supermercado? Pues eso. Las redes han hecho de la rutina ajena un atractivo, pero en ningún caso me hubiese gustado ver a John Lennon cortarse la uñas, a Dylan entrando en un baño para soltar equipaje de mano o a Aretha Franklin fuera de una cafetería haciendo lo propio. La desinformación mitifica. Ver a Casillas y a otros tantos jugar a la comedia de manera insistente, al contrario.
Parte de lo que nos atrajo de Bukowski fue que no vimos bien lo que había detrás del humo. Dalí en TikTok hubiese sido bochornoso. ¿De verdad les habría gustado ver cómo se realizó la fotografía de los gatos volando, qué desayunó esa mañana o el chascarrillo que quizá se le escapó al terminar? Prefiero eso: el quizá, para así fantasear a mi antojo donde el dato no alcanza.
La peor de todas las redes sociales, en este sentido, es la recién creada BeReal, que busca que sus usuarios compartan fragmentos de la realidad sin idealizar. Imaginen a Dylan Thomas, cada noche, grabándose de vuelta a casa tras la parada en el bar. A Hemingway mostrándose banal cada tarde desde un sofá. A Colón diciendo idioteces antes de partir, Marilyn Monroe, John Wayne, Lorca, Camarón de la Isla... Casillas, a quien tampoco equiparo con los citados, tiene parte de la culpa, pero sobre todo es el tiempo que le ha tocado vivir. Y es que «la vida es un misterio», como escribió Rubén Darío, otro al que no imagino deseando los buenos días a sus queridísimos lectores: «la luz ciega y la verdad inaccesible asombra».
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