quemar los días
Genealogía
La vida siempre se encarga de pasarte factura, le gritó el padre al hijo
FUE el primer Día del Padre en el que no pude llamar por teléfono al mío para felicitarlo. Por eso estuve, pienso, todo el día raro, de pésimo humor. En mi cabeza resonaba todo el tiempo esa frase letal que Leonard Cohen desliza en uno ... de sus temas más célebres: «Es el Día del Padre y todos estamos heridos». Por la tarde, en las noticias deportivas, un padre y un hijo se decían cosas horribles delante de una sala atestada de gente, ante decenas de flashes y cámaras de televisión. «Recuerda que ahora eres hijo y también eres padre. Y según eres, así o peor serán tus hijos. Porque la vida siempre se encarga de pasarte factura». Eso le gritaba el padre al hijo, quien a su vez le exigía respeto.
Qué hubiera pensado mi padre de este bochorno, pienso. A menudo, desde que falleció, me pregunto por lo que habría dicho sobre tal o cual cosa. Incluso soy capaz de recrear sus gestos ante las contestaciones. Su recuerdo se vuelve poco a poco cada vez más plácido y compañero.
La Semana Santa siempre fue él. Desde que recorría infatigable a su lado, siendo muy pequeño, las calles del centro persiguiendo el rastro de cada procesión, con la guía de la página de itinerarios del día arrancada del ABC. En todo está su presencia: en el olor de la cera y del incienso, en los ojos escondidos tras los antifaces de los nazarenos, en los racimos plateados de globos de helio de los feriantes, en la bulla.
Ahora, la Semana Santa se me ha convertido en un fantasma. Las calles se llenan de vírgenes, cristos y santos, pero es solo al fantasma a quien veo. Un fantasma, sin embargo, que abriga y consuela, que se deja sentir en el aire, como enhebrado en los aromas de la calle, zurcido entre los cuerpos de la multitud.
El Día del Padre es el día de San José. Una figura que resulta invisible en la Semana Santa. Porque el Padre al que se celebra es Dios. Sin embargo, los pasos están llenos de madera. También son de madera las cruces de los penitentes. La madera es el material de los carpinteros, el oficio que Jesús aprendió de su padre. Según eres, así o peor serán tus hijos, le gritaba el padre de la tele a su hijo. Yo no tengo ni idea de carpintería, pero de mi padre aprendí valores como la decencia o la importancia de ser una buena persona. También otras cosas: la nula propensión al poder, la ausencia de gravedad, la alergia a la pose, la indiferencia ante la ambición. No sé si soy o no peor que él, pero al menos tengo la conciencia tranquila por haber disfrutado de su compañía en vida sin que los desgarros, que los hubo, impidieran que nuestro viaje juntos acabara en naufragio.
En la Semana Santa, San José es invisible, pero en mi Semana Santa, el padre, mi padre, lo llena todo. Si esa es la factura que la vida debe pasarme por mi genealogía, bienvenida sea.
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