TRIBUNA ABIERTA
'Hic sunt leones'
Liberalismo, democracia sin adjetivos comunistas que la desvirtúen, Nación o Constitución, por citar sólo cuatro conceptos tan manoseados como mal entendidos, serían de obligado estudio

Sostenía Giovanni Sartori que los valores ético-políticos de Occidente se expresan con un nivel de abstracción alto y que, por ejemplo, en la cultura y lengua árabes no existe, entre otros muchos, el concepto de libertad en el sentido de la 'libertas' romana y ... que lo más aproximado es la 'hurrriya', que alude a la no esclavitud, y la 'ijtihad' como concepto interpretativo del Corán.
El ajuste en los conceptos, la precisión en el pensamiento, el ponerle nombre exacto a las cosas, la altura en los niveles de abstracción y, además, el coraje cívico son hoy por hoy los mejores antídotos ante la deriva liberticida del PSOE de Pedro Sánchez, el de siempre, ocupado concienzudamente en la demolición de la Nación española, la Constitución y el Estado de Derecho.
Liberalismo, democracia sin adjetivos comunistas que la desvirtúen, Nación o Constitución, por citar sólo cuatro conceptos tan manoseados como mal entendidos, serían de obligado estudio para saber por dónde vienen los ataques de un gobierno disolvente que, en su cúspide y por no ahondar mucho, es interpretable con la escala de Mohs del colegio, la del 'topacio, corindón y diamante', la de la dureza de los materiales.
Pocos en la historia contemporánea han mentido con mayor desparpajo, contumacia y desahogo que Sánchez y sus corifeos y corifeas, pisoteando la Constitución y la decencia, masacrando todas y cada una de sus libertades y derechos y dejando a España hecha un solar con las coartadas ideológicas de sus socios comunistas, separatistas y herederos de la ETA.
Siguiendo con Sartori, el 'homo ideológicus', mucha ideología y pocas ideas, es el epígono de los de siempre que, cuando se cayó el Muro y quedó al descubierto la impostura comunista, eran 'animales extraviados' que habían perdido su 'biblia' y se acogieron en su desorientación a 'un desordenado politeísmo de divinidades menores', todos los colorines del arito 2030.
Ecologismo, animalismo, antitaurinismo, abortismo, indigenismo, feminismo 'woke' o veganismo no tendrían que tener, en principio, nada en común más que el sufijo, pero sí que lo tienen. Son coartadas del mismo pensamiento que tiene detrás más de cien millones de muertos, puro ideologismo que, según el gigante de Florencia, es 'el derecho a no tener razón y pisotear la razón' y 'la agresión de unas minorías visionarias que aspiran a imponer su pensamiento correcto'.
Otro 'ismo' aplicable a esta izquierda corrosiva en su acné es el 'novedismo' o 'cualquier ocurrencia inédita sobre todo si es una tontería', que bien pareciera que Sartori miraba a Garzón el de los filetes y el chándal de la RDA o a la vicepresidenta comunista entre la Pasionaria y Shirley Temple.
No hay más que ver a Sánchez y a toda su corte de los milagros sin excepción, desde los presumiblemente serios hasta las caricaturas, todos responsables, como esos barones tan pastueños y pajunos (de paje y sin segundas), de la destrucción diaria de la arquitectura institucional y del modo de vivir tranquilo de la Nación más antigua de Occidente y de su base consuetudinaria de convivencia.
Porque todo, además, tiene consecuencias en el día a día, trasciende y, como ejemplo, la miserable ley de memoria al alimón con la ETA, el ahondamiento del engendro que Rajoy en su molicie nunca derogó, es el fin de la libertad de expresión, de cátedra y hasta de pensamiento desde la autocensura y el miedo.
Un día, a Pepe Arenzana le espetaron que lo grave no era lo que decía, sino que además lo pensaba, eso es. El linchamiento de la horda totalitaria al académico Luis Suárez por precisar autoritarismo y totalitarismo en la figura de Franco es desde ya la muerte económica, penal, laboral, social.
¿Qué historiador o periodista se va a atrever con Largo Caballero, La Pasionaria, Indalecio Prieto y su 'Motorizada' responsable del asesinato de Calvo Sotelo, Carrillo, Paracuellos, las checas, el Golpe de Estado de Asturias de 1934 a sabiendas de que es el fin, el ostracismo y la ruina? ¿Quién va a escribir de Franco, de Serrano Suñer, de Queipo o de Dionisio Ridruejo, por mucho que acabara en la social-democracia? ¿Quién defiende a Pemán, a Foxá o Aquilino Duque o duda de Almudena Grandes?
Por no salir, no podría salir ya ni el alma ácrata y elegante del liberal que perdió la guerra, del combatiente de la División Azul y de la zafiedad, del gran Luis García Berlanga, quien le decía a Balbín que el gran error del cine fue convertirse en arma cultural y que se estropeó bastante cuando «éstos que se llaman intelectuales decidieron que este juguete había que romperlo y sacar a flote a quien lo hacía, el director», un «error lamentable porque eran mucho más feos que las vedettes».
Al «bombardeo de epítetos» que exonera al progre del argumento es más urgente que nunca rebatir con rigor en los conceptos, las ideas, las creencias compartidas y los valores porque, pese a la crisis abisal agravada por el egócrata, la batalla cultural es hoy más necesaria que nunca porque ya no es una amenaza, lo tenemos delante y está pasando.
No es el 'hic sunt leones' de los mapas antiguos para las amenazantes tierras desconocidas, es el Serengueti. Y la aritmética no exonera, pese a las euforias y a los muchos antecedentes de pensamiento líquido y dejaciones, de la guerra cultural en la que a los andaluces nos va tanto.
(*) Carlos del Barco es periodista
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