«Sube la valla hasta el cielo y la saltaré»
Las verjas de Ceuta y Melilla se han reforzado sin parar desde que se levantaron hace dos décadas, pero algunos emigrantes las superan en segundos
«Sube la valla hasta el cielo y la saltaré». Esta frase que encabezó el blog «La frontera débil» de este periodista en la corresponsalía de ABC en Marruecos, sigue estando vigente. La pronunció un emigrante maliense en uno de los bosques que rodean Melilla durante la conocida como «crisis de las vallas» en el año 2005. La situación de los que viven en el monte Gurugú y otros asentamientos en los alrededores de la ciudad marroquí de Nador apenas ha cambiado en esta década. Si acaso, cada vez son más frecuentes los intentos de entrar en España a través de los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla formando parte de un grupo numeroso de emigrantes. Algunos de ellos lo reconocieron hace unos días a este periódico en Tánger. Es, aseguran -y los datos así lo corroboran-, la manera más segura de intentar pasar al lado europeo.
Los nervios están a flor de piel las noches en las que los subsaharianos deciden ir a la valla . En tres ocasiones este corresponsal lo ha comprobado tanto en Ceuta como en Melilla a lo largo de la última década, pero nunca con grupos tan numerosos como los de hoy en día.
Cada uno vive el ritual a su manera. Varias capas de ropa aunque sea verano sirven para «luchar» contra las alambradas junto a guantes de jardinero. Algunos rezan, otros calientan como si fueran a emprender una prueba deportiva. El miedo y la esperanza van de la mano al emprender la marcha pertrechados con las escaleras hechas de ramas y cuerdas o tiras de neumáticos, mucho más utilizadas cuanto la altura de las verjas era de solo tres metros, la mitad que ahora. Las luces anuncian al final de los árboles que el objetivo se acerca. Avanzan en silencio hasta que se plantan delante. Ahí se nota la destreza de los que tienen muchas intentonas a sus espaldas frente a los que, más rezagados, lo hacen por vez primera.
Redes sociales
Cuando no hay tentativas de salto los días transcurren con la misión principal de sobrevivir a las redadas de los agentes marroquíes, conseguir comida, cargar la batería del teléfono y tener un refugio lo mejor posible donde pasar la noche si es que no hay que escapar a la carrera para no ser arrestados en plena madrugada.
Los teléfonos móviles y últimamente hasta las redes sociales han cobrado importancia a la hora de organizar expediciones en grandes grupos para tratar de desbordar a las Fuerzas de Seguridad de los dos países y superar la verja. En algunos casos los conocidos como «chairman» (responsables de grupo o nacionalidad) funcionan también como organizadores.
De esta forma es posible que en medio de la noche varios cientos de emigrantes bajen del monte a la vez y que incluso se les unan algunos subsaharianos llegados de distintas ciudades de Marruecos, como ha ocurrido varias veces en Melilla en los últimos días.
Medidas de todo tipo
Fue a mediados de los años noventa del pasado siglo cuando Madrid decidió levantar verjas en los perímetros fronterizos de las dos ciudades norteafricanas ante la creciente llegada de inmigrantes subsaharianos. Desde entonces esas vallas no han dejado de reforzarse, de la misma manera que se ha reforzado la determinación de los candidatos a superarlas.
Lo que era una línea sobre el terreno apenas marcada con alambre de espino se ha convertido en dos décadas en un enorme muro que, visto de cerca, parece difícil que en apenas unos segundos alguien pueda ser capaz de superar.
La valla que rodea Melilla (reproducida en el gráfico de esta página) tiene unos diez kilómetros desde el dique norte al dique sur, junto al paso fronterizo de Beni Enzar. En sus tramos más férreos es triple, tiene un entramado de cables conocido como sirga tridimensional en el pasillo más externo y llega a tener siete metros de altura, con el último de ellos basculante para que aquel que llegue arriba y se agarre sea devuelto para atrás.
Cuenta, además, con malla antitrepa para que los emigrantes no puedan meter los dedos entre la verja para ayudarse a escalar, alambre de espino y las famosas concertinas (alambres con cuchillas, que, junto con las caídas, son los principales causantes de las heridas).
Los sistemas de seguridad se completan con un sistema de tubos para expulsar agua con pimienta que nunca ha llegado a utilizarse porque dañaría de la misma manera a inmigrantes y a los miembros de las Fuerzas de Seguridad. Hay, además, medio centenar de cámaras. Tres de ellas son térmicas y han servido para mejorar la vigilancia nocturna a larga distancia. Con ellas se ve a los grandes grupos de emigrantes subsaharianos cuando bajan de madrugada desde las faldas del monte Gurugú, a pocos kilómetros de Melilla.
El Ejército, no
El Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz , ha estado esta semana en Ceuta y Melilla y califica la situación de «emergencia». Ha mandado algunos refuerzos de las Fuerzas de Seguridad a la zona, pero el Ejecutivo del PP no va a enviar al Ejército como hizo el Gobierno socialista durante la crisis del año 2005.
En todo caso, nunca ninguna de estas medidas de refuerzo a nivel humano o de infraestructura, ni siquiera el haber visto morir a sus compañeros en el intento, han servido para que uno solo de las decenas de emigrantes entrevistados reconozca ante este reportero que no merece la pena seguir intentándolo.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete