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ABC MADRID 05-04-2003 página 101
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ABC MADRID 05-04-2003 página 101

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ABC SÁBADO 5 4 2003 Deportes 101 GUAPETÓN RUBIO IGNACIO TORRIJOS E El museo del Manchester es una máquina de hacer dinero y aficionados de todo el mundo invaden sus instalaciones A través de un marketing lleno de detalles, el estadio de Old Trafford es una gigantesca máquina de hacer dinero. El recorrido por el museo y el interior del campo cuesta 12,5 euros. La macrotienda del Manchester United abarca todo el lateral este. En el club trabajan 520 empleados El teatro de los negocios TEXTO JOSÉ CARLOS CARABIAS FOTO MIGUEL BERROCAL MANCHESTER. La génesis del negocio pertenece a Bobby Charlton, legendario delantero inglés de los años sesenta. Todos los niños de Manchester sueñan con actuar en este teatro dijo cuando colgó las botas y el club le ofreció un cargo directivo. Había nacido el Teatro de los sueños la metáfora que mitifica al estadio de Old Trafford, sureste de Manchester, barrio de las afueras, vecino de la autopista a Liverpool que copia su nombre del Trafford Park, un inmenso vergel al abandonar el centro de la ciudad. Las leyes del marketing y la economía del cambio de siglo han convertido al recinto en el teatro de los negocios Además de un campo donde se juega al fútbol, sede de la final de la Liga de Campeones 2003 y paso obligado del Madrid hacia las semifinales, Old Trafford es a día de hoy una inmensa caja registradora. Ayer, viernes plomizo, permanente gris con nubes en el cielo, el típico día inglés, había lista de espera para ingresar en Old Trafford a la hora de la comida. Un carro de aficionados del United hacían cola para pagar los 12,5 euros que cuesta el billete que permite recorrer las tripas del estadio. Un interior cuidado al detalle que recibe al visitante en el Red Café, un bar donde el respaldo de cada silla tiene el nombre y el número de un futbolista. Los camareros sirven coca- colas a cin- co euros uniformados, claro, con la camiseta roja del equipo. El museo del club permite conocer el acta fundacional. Un grupo de trabajadores del ferrocarril- -gesto ceñudo, barba de una semana, rostros difuminados en negro- -provenientes de Newton Heath y Yorkshire se juntaron en 1878 para jugar al fútbol. Veinticuatro años después, en 1902, surgió el Manchester United. La cueva de los futbolistas- leyenda Una cadena de salas acoge cada motivo en rojo: las copas, la historia del club en paneles, los banderines de los rivales, todas las camisetas del equipo a lo largo de su historia, perfiles periodísticos de sus principales estrellas, frases célebres, la cueva de los futbolistas- leyenda (Best, Law, Charlie Roberts, Cantona, Robson, Charlton, Bruce... y los alma mater (Ernest Mangnall, Matt Busby, Alex Fergusson) un muro rojo con todos los fichajes del club desde su inauguración, la exposición de las casacas de los adversarios (Roberto Carlos, Ronaldo con el Inter, Del Piero, Lineker, Boban, Kanchelskis... y, sobre todas, la sala Múnich. Ahí se detalla sin remilgos cada fragmento del accidente de avión que mató a ocho futbolistas y 13 pasajeros más en la tarde del 6 de febrero de 1958. El BEA Elizabeth se estrelló en el aeropuerto alemán en su tercer intento de despegue por la lluvia. El equipo había parado a repostar camino de Belgrado, donde jugaba contra el Estrella Roja. El acceso al estadio, previo paso por unos billares de play- station y una guía interactiva de la ciudad deportiva en Carrington, dibuja más sensaciones en rojo. Un recinto cinco estrellas de 68.000 espectadores que da trabajo a 520 empleados y que profesa devoción por Eric Cantona, el preferido del público. Cualquier aficionado del mundo, previo pago de los 12,5 euros, puede abrir la puerta de la sala de Prensa donde el club reivindica un mensaje contra el racismo, descender al vestuario del equipo visitante, inspeccionar los banquillos- -sillas rojas, con calefacción incorporada en los pies- -o darse una vuelta por el palco, donde cada butaca tiene el nombre de su propietario en el reverso. Sólo hay dos prohibiciones: pisar la hierba del campo, importada de Holanda, y entrar en el vestuario del equipo local. El final del camino de Manchester United, marca registrada por la entidad, desemboca en el megastore del lateral este, una tienda del tamaño de unos grandes almacenes que hace honor al lema financiero que figura en el museo: Manchester United cree que para ser el mejor en el campo, sus jugadores necesitan el mejor entrenamiento, la mejor preparación, la mejor nutrición y el mejor equipamiento n cuartos de final de la Liga de Campeones (dígase Copa de Europa para mayor propiedad) se enfrentan el Real Madrid y el Manchester United. Esta vez, el gran protagonista, para mi gusto, es el rubio. ¿Beckham? No, Míchel Salgado. Ante los bellezones del mercado, resulta que es Salgado el que tiene el guapo subido. Esta temporada, a la sombra de los divinos colosos o los maniquíes paradisíacos, vuelve a brillar el cuerpo terrenal de Míchel Salgado, y va siendo hora de que le echemos unos piropos. Salgado, majo, guapetón, estás que te relames. Salgado juega de maravilla y es quizá, en el Madrid, el hombre de rendimiento más sólido, menos dado a evaporarse. Donde esté el mechón de Míchel, que se quite la mecha de Beckham. En la grada se produce el natural embobamiento por los artistas que allá abajo esculpen el fútbol, pero allá abajo los artistas están embobados por quienes les acarrean la piedra. Los artistas quieren tener siempre a su lado a tipos como Míchel Salgado o como Makelele, que aseguran la provisión de la materia, o sea la escolta del balón, para la obra de arte. En esa tarea, Salgado es granítico, de una seguridad aplastante. Si uno es artista, saber que Salgado está allí debe de inspirar una tranquilidad enorme. Salgado quitará la pelota, se cruzará, la protegerá, regateará si hace falta, la entregará con esmero, se ofrecerá, irá y volverá, será puntual en todas partes, hará las paredes con plomada. ¿Qué más se puede pedir? ¿Una melena más británica? Se supone que Míchel Salgado será el ángel de la guarda del Madrid frente a Giggs, ese diablo de hombre. Puede haber un formidable duelo en la banda. El zigzag de vuelo de golondrina de gente como Giggs sufre ante los defensas como Salgado, de cuerpo estable, bajo, prieto y con un punto de esfericidad. Salgado nunca cae del todo, y si cae, ya está otra vez erguido. Estos defensas de pierna corta y robusta son personas pesadas, molestísimas. Dentro del campo, se entiende; fuera suelen ser muy agradables, sin los inconvenientes de la adherencia. Recuerdo a un compañero de la universidad que, con ese biotipo, me amargó muchos partidos. Frente a su pequeña mole en movimiento perpetuo, yo era un pobre delantero atacado; rubio (no tanto como Beckham) pero con los pelos de punta. Aún tiemblo al recordar a aquella especie de Míchel Salgado...

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